jueves, 8 de septiembre de 2011

Los Niños de la Era Light


Hace unos años, ni siquiera muchos, la vida de los niños era muy distinta. Cuando yo era niña mi mamá nos llevaba de compras, ella caminaba erguida con su bolso en el brazo, mientras nosotros ibamos a su lado, cogidos de la mano y cargando los paquetes.


Hoy en día, somos las madres las que cargamos los paquetes, además de sus chompas o chamarras, patines, libros, ipod, gaseosas, etc, y corremos tras de ellos suplicando que nos esperen.

En ese entonces los papás se sentaban cómodamente en las sillas delanteras del auto, mientras que los niños íbamos apretujados atrás, los mayorcitos con los pequeños en las rodillas y los medianos sentados en el quicio de la banca, pero todos felices porque nos llevaban a pasear.

Hoy, los niños van cada uno en una ventana (incluida a veces la que debería estar ocupando la mamá), sentados a sus anchas pero peleando porque el otro los está rozando y renegando porque están aburridos.


Además era una norma elemental de educación que en cualquier lugar en donde hubiese adultos las sillas disponibles eran para ellos y, si no había suficientes, los niños debíamos cederles las nuestras y quedarnos parados o sentados en el piso. Hoy en día los primeros en “echarse” en los asientos libres son los niños, mientras los mayores nos quedamos de pie porque los menores no están dispuestos ni se les ocurre seder su puesto.

Parece que por contrarrestar el viejo mundo del autoritarismo, los padres estamos más interesados en complacer a los hijos que en cualquier otra cosa. No queremos contrariarlos, no queremos “traumatizarlos”, no queremos lesionar su autoestima, no queremos verlos aburridos.

Así estamos tratando de darles gusto en todo lo posible y algo de lo imposible. El resultado es que los niños están creciendo convencidos de que tienen derecho a todo a cambio de nada, y que no tienen por qué hacer ningún esfuerzo ni mérito para hacerse acreedores a lo que pidan.

Sin embargo, tenemos que preguntarnos, ¿cómo van a desarrollar las herramientas – fuerza de voluntad, acutocontrol, perseverancia y capacidad de lucha- que precisan para superar los momentos difíciles y los retos que necesariamente se les presentarán en la vida? ¿Cómo van a aprender la relación esencial que existe entre el esfuerzo y el logro, entre la perseverancia y la consecución de las metas, entre la lucha y adversidades, las pérdidas o las privaciones, si no las han enfrentado ni aprendido a superar?.

A través de nuestras exigencias los padres les estamos dando constantemente lecciones de vida a los hijos. Les enseñamos a autocontrolarse cuando les demandamos que colaboren, se moderen y se incomoden, por desagradable que parezca.

Les ayudamos a desarrollar capacidad de lucha cuando los apoyamos en sus proyectos y en sus empresas, no cuando los asumimos por ellos, les enseñamos a apreciar lo que tienen cuando les permitimos experimentar que todo lo valiosos en la vida se logra a base de trabajar duro para lograrlo. Y así sucesivamente.

Recordemos que como padres nuestra función no es echarnos a los hijos al hombro para facilitarles la vida, sino echárnoslos al corazón. Es decir, amarlos, lo suficiente como para tener muy presente que el esfuerzo, las molestias, el trabajo duro, o la moderación no significan el fin de su felicidad sino que son las experiencias a base de las cuales desarrollarán muchas de las cualidades que precisan para realizarse y triunfar en la vida.

Dr. Fabiola Camelo de Torres Psicóloga de Uniandes.

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