viernes, 11 de noviembre de 2011

Niño Sumiso en la Escuela, Agresivo en Casa


Un comportamiento que varía según las circunstancias evidencia un conflicto entre la persona y su entorno.

Los seres humanos no somos indiferentes a las personas y los lugares en los que vivimos. Generamos con ellos un intercambio que nutre nuestra experiencia.

En oportunidades, como puede ser en este caso, la calidad del cambio permite conocer las posibles causas.

Si en el colegio el niño es muy sumiso y se encuentra intimidado, debe no solo haber alguien que lo intimida sino también otros que lo permiten.

Se supone que el niño se encuentra en una institución educativa y que los adultos tienen la responsabilidad sobre las formas de relaciones que allí se producen y con mayor razón cuando se observa que hay alguien que siempre sale dañado.

Por otra parte, si en la casa él es el que castiga, obviamente sucede porque existe la posibilidad de que a él le esté sucediendo lo mismo. Permisividad, falta de autoridad y mucho tiempo los niños solos, pueden ser algunas de las causas que respondan a la actitud de los mayores que con él convivan.

Pero no hay que omitir un aspecto fundamental: en este caso, la agresividad puede estar funcionando como una forma de compensar lo que con él hacen en el colegio.

Desde esa perspectiva, está situación no resulta tan negativa. Poder manifestar su dolor, rabia, impotencia y hablar de allí, en ese lugar, no se siente bien, es importante para el niño porque ve que existe la posibilidad de expresarse aunque sea de esa forma.

Toda persona tiende a establecer, aun sin darse cuenta, modalidades de comportamiento que equilibren en alguna forma las experiencias negativas. Chuparse el dedo, orinarse en la cama, mantener un sueño intranquilo o tener pesadillas, tanto como no rendir bien el estudio, golpear a los pequeños, agredir a los padres o hermanos, andar permanentemente ensimismado, son solo unas pocas de las frecuentes formas de compensación que el niño puede “elegir” para sobrellevar una situación crítica.

Aun existiendo la posibilidad de que haya otras explicaciones para lo que ocurre, resulta recomendable hablar con los profesores para identificar los hechos y sus posibles causas.

En la casa, ensayar formas de comunicación alternativas como el juego y la misma discusión, que pueden permitir descubrir qué argumentos presenta, qué reclamos manifiesta y entonces tomarlos en cuenta para introducir cambios que mejoren la convivencia.

Los niños no son violentos por naturaleza: sí tienen la capacidad de serlo, dependiendo del ambiente que se les ofrezca y de las condiciones de vida que se les propicien.

Por eso es importante que usted como padre o madre esté atento a cualquier cambio que pueda notar en el comportamiento de su hijo y no lo pase desapercibido. Además, es conveniente que de inmediato se comunique con los encargados de su enseñanza en el colegio para que le informen qué está sucediendo dentro del aula escolar.

Dra. Fabiola Camelo Torres - Psicóloga Uniandes

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